DE PIE ¿HASTA QUE EL PAÍS ESTÉ DEVASTADO? / OPINIÓN JUAN MIGUEL ALCÁNTARA SORIA*

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Juan Miguel Alcántara Soria / Analista político *

¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo la destrucción de México? Es pregunta que se hace en varios círculos de análisis.

Hay quien responde: hasta que el país esté devastado.

Ante la destrucción de contrapesos al poder político, impotentes oposiciones, complicidad del gran capital, ausencia de liderazgos en grupos intermedios, nulo crecimiento económico, quiebra de las finanzas nacionales, devaluación, deportación de migrantes, adormilamiento de las masas, es respuesta que hay que considerar.

Enero cerró concretándose amenazas de Trump contra seres humanos en su país y más allá de sus fronteras. Y acá, la demolición del poder judicial, disputas de territorios entre grupos delictivos, apalancamiento de narcogobernadores, o el pasmo del gobierno que actúa como robot, no alimentan optimismo.

Tiempos por venir serán peor.

De Efraín González Morfín aprendí que hay dos sentidos -de los cinco externos y más de cien internos que tenemos los humanos-, que en lo particular no debe perder un político: el sentido del honor y el sentido del humor. Respetarse a sí mismo, a su palabra. Y no tomarse en exceso en serio: saber reírse de sí mismo; reconocerse mortal.

Al observar dichos y actitudes de Trump, Obrador o Sheinbaum, se constata que carecen de esos sentidos.

Recién se difundió un retrato de Trump que hizo el escritor británico Nate White. Retomo pinceladas: “… la falta de humor es casi inhumana. Ni siquiera parece entender lo que es un chiste: su idea de un chiste es un comentario grosero, un insulto analfabeto, un acto de crueldad… Trump es un troll: nunca es gracioso ni se ríe, solo cacarea o se burla.

Profiere insultos groseros y sin sentido. Su mente es un algoritmo simple, parecido a un robot, de prejuicios mezquinos y maldad instintiva… no tiene mundo interior, alma… Y lo peor y lo más imperdonable para los británicos: es un matón.

Excepto cuando está entre matones (Putin). Entonces se transforma en un compañero llorón… Le gusta dar patadas a los vulnerables, o a los que no tienen voz, y los patea cuando están en el suelo…”

Otro pincelazo: “Siempre ha habido gente estúpida en el mundo, y también mucha gente mala. Pero pocas veces la estupidez ha sido tan mala, ni la maldad tan estúpida… si Frankenstein decidiera crear un monstruo con defectos humanos, crearía un Trump. Y arrepentido se arrancaría los cabellos y gritaría: Dios mío, ¿qué es lo que he creado?”

Al indagar del honor y del humor en Obrador y la subpresidenta, el retrato de N. White les cuadra.

Obrador mintió todo el tiempo; buscó, piensa y se siente en el altar de la patria, junto a Morelos, Juárez, Madero, Cárdenas.

Al regreso del abusador Trump -quien se burló de su canciller Ebrard-, se esconde.

Y acá, la subpresidenta, prolonga insultos, división sin sentido, mala instintiva.

La “científica” tampoco tiene alma. Y Trump, ante el siniestro aéreo de esta semana en el Río Potomac, en Washington, acusó a Obama.

Acá los siniestros que no han sabido resolver se atribuyen a Calderón: lo repitió antier en el asunto de mineros en Pasta de Conchos.

Es iluso esperar adquieran estos dos sentidos. O sepan conjugar los tres verbos que un líder social o político debe saber, con sus respectivas virtudes: Ver la realidad, con veracidad.

Juzgarla, para en justicia asignar tareas. Y actuar para el bien común, con prudencia (Juan XXIII). Son mentirosos irredentos, injustos, imprudentes. No usan la ciencia. Allá y acá destruyen instituciones a distinta velocidad, sin pudor. Demagogos populistas, de izquierda o derecha, desmontan equilibrios. La historia lo evidencia.

La parte del pueblo que no es masa deje abulia o estar marcando el paso. A salir a las plazas, hablar, escribir, sensibilizar. Dialogar desde y frente al poder. Trazar rutas que eviten la devastación total del país y más allá.

En círculos próximos cotejar realidades sociales, económicas, políticas, culturales.

Sin odio ni violencia asumir causas y asignar tareas. Reconstruir instituciones indispensables para futuros incluyentes. Involucrar a quienes deben tomar la estafeta, los jóvenes: serán quienes más verán frustradas sus aspiraciones fundamentales. A cumplir deberes como ciudadanos de aquí y del mundo.