NAVIDAD REENCUENTRO Y BALANCE. AÑO NUEVO COMPROMISO

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Juan Miguel Alcántara Soria * / Foto: Cortesía NPI

La festividad de la Navidad ha sido de lo más gozoso, perdurable, que he vivido desde mis más tiernos años. Atesoro imágenes instalando el nacimiento, pesebre o Belén, con mis padres, en casa de mi abuela María, en primeros tiempos; luego en nuestra casa.

Solo me dejaban tomar algunos borregos para colocarlos junto algún pastor; no los fuera a quebrar. En vísperas (las vacaciones de fin de curso escolar entonces eran a fin del año) viajamos la familia a San Pedro Tlaquepaque, Jal, o a pueblos michoacanos, para agregar ángeles, pastores o animalitos.

Seguimos todavía el rito de arrullar al Niño Jesús, darle un beso y recibir un dulce (me corresponde tocar en el piano los villancicos. Mi madre celebró 102 noche buenas).

Antes hay posadas con peregrinos y piñatas; con compadres o los vecinos de la cuadra. A la semana, la cena para despedir el año y darle bienvenida al nuevo. Y la más fantástica de las fiestas: la llegada de los Reyes Magos, previa carta de peticiones infantiles.

El 2 de febrero levantábamos al Niño; los padrinos -quienes se sacaron el niño en rosca de Reyes-; y pastorela en la cuadra.

En el Bajío, y el Altiplano, en general, no había entonces santa Clos; los Magos de Oriente tenían oligopolio dador de juguetes. Mi madre conserva cartas que les dirigí, pidiéndoles hasta un hermanito.

Y me lo trajeron. Mis hijos también se emocionaron con esta tradición. Recibieron en casa a los Reyes de la Cabalgata de Irapuato (la más espectacular del país), a quienes vieron en vivo horas antes por las calles, y luego de madrugada con sus regalos propios.

Al año siguiente fuimos a vivir a Madrid (su cabalgata solo comercial); aseguraron a sus compañeros del cole que sí existían, los habían visto en casa. Estos se burlaron. Esa magia desapareció.

Lo que no va a desaparecer es el sentido profundo, íntimo, tierno, de la Navidad, que es el de la fraternidad y la igualdad: nos confirma hermanos a todos, hombres y mujeres de buena voluntad.

Sin distinción de sexo, nacionalidad, credo o estatus socioeconómico. Debido a la Paternidad Común -la de Él Logos o de Él Verbo desde El principio-, en la tradición judeocristiana expandida por el mundo.

Al festejar la Navidad nos reencontramos, conscientes o no, con lo mejor de Nosotros mismos: familia y amigos.

También es tiempo de hacer balances, de ganancias y pérdidas, logros y fracasos. Aparte de repasar el cuestionario fundamental: quién soy, de dónde vengo, a dónde voy.

También en el plural, en el nosotros-país, donde el saldo es perdedor: de instituciones, salud, educación, medioambiente, crecimiento económico. Mayor violencia: más desaparecidos, ejecutados, extorsionados, migrados, desplazados.

Finanzas o deuda públicas. Prestigio-país, amenazas del exterior. Los datos duros propios y externos lo demuestran.

Como seres humanos no estamos sujetos o sometidos a leyes fatales, invariables, constantes, como las abejas, las termitas o los delfines.

Porque somos libres -iguales y fraternos-. Y es en uso de la voluntad -facultad que nos permite decidir entre uno y otro bien-, que tenemos opciones que nos plantea la inteligencia para cambiar rumbo y ritmos personales, en familia; barrio, colonia, municipio, y hasta del país.

Si nos ponemos de acuerdo en lo fundamental; en la ruta de navegación. En todo caso, hay que crear las condiciones que lo hagan posible, incluyendo las democráticas.

Con pensamiento crítico revisemos el cierre personal y social del año. En “mi yo y mi circunstancia”, imaginemos los escenarios deseables, no deseables, y los probables; que se articulen con nuestros proyectos más anhelados. Reconozcamos debilidades y amenazas propias y del entorno, de gobiernos, e incluso del exterior.

El 20 de enero Trump, el grinch que odia el espíritu fraterno navideño, robará el sueño de migrantes. La subpresidenta Sheinbaum mantendrá anteojeras ideológicas que acumularán dolor evitable.

Desde la sociedad civil, que es dinámica y de mejores resultados para el bien común, comprometámonos, en círculos cada vez más amplios, a lograr la parte del bien personal que sólo en común se desea, y sólo en común se alcanza. Salud, paz y tranquilidad en 2025.

* Juan Miguel Alcántara Soria / Analista político