EL VALOR DE LA NOSTALGIA Para vivir mejor / Gabriel Espinoza Muñoz*

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Cadena 8 Noticias / Opinión

En días pasados viví dos momentos que me parecieron como una preparación espiritual a la llegada de la Navidad.

Venía en carretera con Gabriel, mi hijo, y platicando de todo y nada salió el tema de la portada de un disco que tiene como imagen dos sillas de plástico; si, de esas de la coca, que la verdad hay en casi cualquier casa, de la coca o parecidas.

De esas que rentan en la playa junto con una sombrilla o que pones en la Cabalgata de Reyes para apartar tu lugar, de esas meras; esas sillas que aparecen como un cómplice oportuno y que te sacan del apuro cuando se acaban las sillas en la fiesta y de esas institucionales en las taquerías o lugares de comida en la calle. Todos dirán “yo no” pero bueno, cada quien sus recuerdos.

La imagen de la portada del disco es una invitación a la nostalgia.

Y en un riquísima platica recordábamos, Gabriel y yo, como hay cosas que nos hacen ser familia y funcionan como un pegamento emocional, todo en torno a recuerdos.

Un segundo momento lo viví no platicando, sino escuchando las platica de Mima (Para quienes no lo saben aún Mima es como le decimos con mucho amor a mi mamá), primero con mi tía Manuela y luego con Diego, mi otro hijo. En ambos casos veía como los ojos de Mima tomaban un brillo especial a recordar momento de su vida, que evocaba con gran orgullo.

Mima me llevó, con sus historias, a entender su vida, sus decisiones, sus alegrías y también sus batallas y sufrimientos. Todo, absolutamente todo, me hizo saberme afortunado de tenerla y a ella seguramente le permitió a ella disfrutar la belleza de la nostalgia

La nostalgia es una de las emociones más complejas y bellas del ser humano; actúa como un puente emocional entre quienes fuimos y quienes somos hoy.

A diferencia de la tristeza simple, la nostalgia es agridulce. Combina el placer de recordar un momento feliz con la punzada de saber que ese tiempo ya no volverá. Es una «melancolía positiva» que nos permite revivir experiencias a través del filtro del afecto

La ciencia ha demostrado que la nostalgia no es un ancla que nos detiene, sino un recurso psicológico vital:
• Nos da identidad pues nos ayuda a mantener un sentido de continuidad personal a lo largo del tiempo.
• Nos genera placer pues en momentos de estrés o soledad, acudir a recuerdos felices actúa como un refugio emocional que reduce la ansiedad.
• Fortalece nuestra conexión social pues fomenta sentimientos de pertenencia al recordarnos los lazos con amigos, familiares o lugares que marcaron nuestra historia.

La belleza de la nostalgia, como base de la indagación apreciativa que se trabaja de los talleres con alumnos y padres de familia de los que les hablé hace algunas semanas, no radica en querer vivir en el pasado, sino en usar esos recuerdos como una brújula. Al recordar qué nos hizo felices o qué nos dio sentido antes, podemos tomar mejores decisiones sobre lo que queremos construir en nuestro presente para sentar las bases de un mejor futuro.

¿Y todo esto para qué?

Imagínese que esta cena de Navidad aprovechamos en familia la oportunidad para saber más de la historia de nuestra familia.

Contar anécdotas que hemos vivido como familia, momentos graciosos, viajes, fiestas, nacimientos. Pedirle a los más grandes (no quise decir viejitos) nos cuenten su historia de vida, eso permitirá a los más jóvenes conocer, entender y valorar lo que ellos hicieron para construir nuestra familia.

Cuando un abuelo narra cómo se celebraba la Navidad en sus tiempos no solo cuenta una anécdota; está entregando un mapa de resiliencia a las nuevas generaciones. Está diciendo: «Hubo tiempos difíciles, pero el amor y la fe nos mantuvieron unidos». Eso nos invita a sentirnos orgullosos de ser parte de la historia de nuestra familia.

Dicen que hay quienes vivimos de recuerdos y si, todos lo hacemos siempre. Además, hay una belleza adicional que guarda la nostalgia, nos permite revisitar nuestro pasado para traer esas alegrías al presente y volverlas a sentir ahora con más intensidad pues además tenemos la habilidad de traer los momentos gratos de una manera más pura.

Seguramente tu no tienes historias de sillas de plástico, pero seguramente en tu familia habrá otras igual de memorables. ¿Tú de que te acuerdas?

Por cierto, Diego siguen emocionado con las historias que le contó Mima.

Que tu regalo de esta cena de Navidad para tu familia sea construir un momento memorable, un momento que sea recordado al paso de los años como una maravillosa cena de Navidad.
Que tal vez en 20, 30 o 50 años alguien platique de esta cena y lo haga con una sonrisa en el rostro recordando y recordándote con alegría y gratitud.

Que tengas una muy Feliz Navidad tú y los tuyos. Hasta la siguiente entrega.

* Mtro. Gabriel Espinoza Muñoz / Educador y Analista político