TIEMPO DE GRATITUD / Para vivir mejor / Gabriel Espinoza Muñoz*

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Cadena 8 Noticias / Opinión

Muchos tienen o tenemos la fortuna de vivir las fiestas navideñas en casa, o al menos sin la necesidad de ir a trabajar, y lejos de ser un tiempo de descanso se convierte en un permanente trajín.

En la avalancha de listas de deseos, compromisos sociales y la búsqueda del «regalo perfecto» corremos el riesgo de reducir el tiempo de navidad a una simple transacción social y económica. Pero, si queremos vivir el espíritu navideño en su plenitud, debemos comenzar por la base de todo: la gratitud.

La gratitud no es solo una emoción; es una disciplina espiritual, una forma de oración que nos abre los ojos a las incontables bendiciones que damos por sentadas. Es la llave que transforma lo que tenemos en suficiente, y a la vez, nos prepara el corazón para la caridad genuina. Si no sabemos agradecer lo que somos y lo que recibimos, jamás sabremos valorar el acto de dar.

Vivimos en una cultura que fomenta la insatisfacción. Siempre hay algo mejor que comprar, una situación que mejorar, un defecto que lamentar. Vivimos cegados ante el milagro cotidiano y nos hace creer que todo lo bueno que poseemos es producto de nuestro propio esfuerzo o, peor aún, que es una obligación de la vida y de Dios.

Cuando perdemos la gratitud, las fiestas de fin de año se convierten en una carga: el estrés de las compras, el tráfico, la obligación de visitar; pero cuando practicamos la gratitud,valoramos nuestros talentos y sabemos compartir, ponerlos al servicio de los demás.

La gratitud, en esencia, es reconocer que todo es don. Desde el aire que respiramos, el sol que nos calienta, hasta la fe que sostiene nuestra alma.

Hoy recuerdo una historia que alguna vez escuché y que me puso de frente ante una forma diferente de ver la gratitud.

Ocurrió en un hospital de oncología infantil, en plena temporada navideña. Una niña pequeñita, tal vez de primero o segundo de primaria, cuyo cuerpo estaba siendo desgastado por la enfermedad, acababa de recibir una sesiónde quimioterapia. El tratamiento la había dejado exhausta, con náuseas y sin apetito, como pasa con muchos enfermos que tenemos cercanos.

La enfermera, buscando animarla, le había llevado unapequeña rebanada de pastel de chocolate. La niña, a pesar de su debilidad, tomó su pastel, lo miró con los ojos grandes y serenos, y luego, con la mano temblorosa, lo partió en dos y le ofreció la porción más grande a la enfermera.

Aquella enfermera, conmovida, le dijo: «Cariño, este pasteles para ti, para que recuperes fuerzas.»

La niña insistió con una sonrisa débil: «Lo sé, pero ¿quién le agradece a usted por estar aquí?»

Esta niña, en medio de su dolor y su carencia, nos dio una cátedra. Ella no se concentró en lo que le faltaba (la salud o el apetito), sino en el don que tenía en sus manos (un rico trozo de pastel) y el don que la asistía (la presencia de la enfermera). Me recordó aquella plática con mi estimado Alfredo Olmos, quien fuera Director del Museo de la Ciudad, de la que alguna vez les platiqué y que me dejo un gran aprendizaje de vida “hay que vivir con lo que tenemos y no con lo que nos hace falta”

Esta historia nos demuestra que la gratitud es el motor de la caridad. Cuando agradecemos sinceramente, nos damos cuenta de que no somos dueños absolutos de nada; somos administradores.

Si somos agradecidos por nuestro tiempo, lo damos a quienes lo necesitan. Si somos agradecidos por nuestra fe, la compartimos con alegría. Si somos agradecidos por nuestros bienes, los partimos, como hizo aquella niña con el pastel de chocolate.

La gratitud rompe las cadenas del egoísmo. Nos mueve de la pregunta «¿Qué me falta?» a la pregunta «¿Qué tengo que puedo compartir?»

Si en esta Navidad no comenzamos por un corazón agradecido, cualquier acto de caridad que hagamos será hueco, será una obligación social. Será como llevar arroz al hambriento solo para llenar una estadística, y no para compartir la alegría de dar, como nos enseñó Santa Teresa de Calcuta.

En estos días que nos preparan para celebrar el nacimiento, le invito a detenerse por un momento cada día. Antes de pensar en lo que debe comprar o lo que le gustaría recibir, piense: ¿Qué me ha dado Dios que hoy he olvidado agradecer?

Agradezca los pequeños detalles de su vida. Agradezca los desafíos que lo hacen crecer. Agradezca a las personas que le sirven sin pedir nada a cambio.

Hay que agradecer también a todos esos hermanos que siguen trabajando cuando nosotros tenemos la dicha del descanso, en hospitales, fuerzas de seguridad, en aseo público, en tiendas departamentales, en los propios espacios religiosos, y tantos más que se esmeran para que estas fiestas navideñas nos sean placenteras. Mostremos nuestro agradecimiento cuando nos topemos de frente con cada uno de ellos.

Solo cuando el corazón esté rebosante de gratitud, estará verdaderamente preparado para entender y vivir el siguiente paso: la alegría incontenible de la caridad.

La próxima semana hablaremos de esa alegría.

Nos vemos la siguiente y gracias, infinitas gracias por dedicarme estamos minutos.

* Mtro. Gabriel Espinoza Muñoz / Analista político y educador

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Perfil de la página Cadena 8 Noticias

Mtro. Manuel Delgado / Director

Es periodista y abogado con maestría en Derecho Procesal Pena Acusatorio Adversarial, diplomado en DDHH por la Suprema Corte de Justicia de la Nación . Actualmente es presidente del colectivo Periodistas y Comunicadores del Estado de Guanajuato A.C.