Cadena 8 Noticias / Opinión
En más de dos siglos de historia, ningún gobernador del estado de Guanajuato ha salido de Irapuato. La paradoja es evidente: una de las ciudades más productivas, modernas, pobladas y estratégicas del Bajío, no ha sido capaz de proyectar a uno de sus hijos al máximo cargo político estatal ¿Por qué?
Podemos generar hipótesis distintas; pero hallemos común denominador: Desde la época del priismo clásico hasta esta delirante hegemonía panista, el poder en Guanajuato ha tenido sede fija: León, Celaya o Guanajuato capital. Las decisiones políticas, los financiamientos de campaña y los equilibrios partidistas se han resuelto ahí. Irapuato, en cambio, ha ocupado un lugar distinto: el del operador confiable, el gestor eficaz, el técnico que resuelve, pero no el político que disputa.
Durante décadas, el municipio fue motor agrícola y agroindustrial. Su élite económica se concentró en el campo, en la producción y la exportación, no en la construcción de poder político. Esa vocación práctica moldeó a generaciones de funcionarios que aprendieron a administrar, no a confrontar.
Políticos que no buscaron gobernar. Basta repasar algunos nombres para entender la tendencia. Luis H. Ducoing, alcalde en los años setenta, fue un político serio, institucional, con visión de desarrollo urbano y respeto a la planeación. Su figura encarnaba el modelo priista de eficacia local: orden, progreso, pero sin ambición de trascender en el ámbito estatal. Más tarde, Ricardo Ortiz, un molde similar que logró la simpatía de estructuras de poder que le permitieron llegar tres veces a la alcaldía, concentrado en la obra pública, pero ajeno a la lucha de poder estatal del PAN, dominado por grupo de León; que hoy su antagónica si construyó relaciones de partido hasta el nivel nacional.
En tiempos recientes, Mauricio Usabiaga Díaz Barriga, empresario y ex secretario de desarrollo económico, llevó talento irapuatense al gabinete estatal. Pero su papel fue de tecnócrata: atraer inversiones sin capitalizar liderazgo político; le valió incluso persecución por propios panistas que lo orillaron a salirse del país a él y su equipo de trabajo.
El problema de fondo no es la falta de talento, sino de proyecto colectivo. Mientras León se asume como la capital del poder económico y empresarial, y Guanajuato capital como el símbolo histórico del estado, Irapuato no ha definido todavía que quiere ser en el tablero estatal.
Su cultura política es más empresarial que partidista, más gerencial que ideológica. Prefiere los resultados tangibles a las disputas del discurso, pero esa virtud práctica también es su límite: sin narrativa, no hay liderazgo; sin identidad, no hay poder.
Irapuato, ha sido, históricamente, el municipio que trabaja mientras otros deciden. El que produce mientras otros gobiernan. Y, paradójicamente, su propia eficiencia lo ha mantenido fuera del conflicto político que suele dar origen a los liderazgos más visibles.
El día que Irapuato se asuma no sólo como motor económico, sino como fuerza política regional, Guanajuato podría conocer un liderazgo distinto: uno que no venga de la retórica ni del privilegio, sino del trabajo y la gestión del oficio político.
La gran pregunta no es si hay capacidad; la gran pregunta es si hay voluntad colectiva para romper el molde histórico que el PAN ha desaprovechado y omitido: no tener a Irapuato dónde se merece, a donde pertenece.
Ta vez Irapuato no ha tenido un gobernador, simplemente por que no se lo ha propuesto como ciudad. Y cuando una ciudad no se propone gobernar, termina administrando los sueños de los demás: Héctor Salgado Banda, administrando y operando los viajes, contratos y triquiñuelas de Diego Sinhue y hoy la tarjeta rosa de Libia Denisse. O Lorena Alfaro, administrando, operando y rescatando la riqueza de los hermanos Villarreal, por ejemplo: rescatando de Puebla a los cercanos del fallecido Moreno Valle, un viejo socio de partido e intereses de los hermanos en Puebla.
Sin embargo, este liderazgo de trabajo en equipo por Irapuato, donde surja el verdadero posicionamiento que merece Irapuato, es desde morena; que ha sabido leer los cambios sociales y el hartazgo del modelo tradicional de políticos que hoy se aferran a seguir igual. En Irapuato existe una generación de ciudadanos con vocación social, académica y de territorio, no subordinada a los viejos equilibrios panistas ni priistas.
Hoy morena articula esfuerzos que no solo le permitirán gobernar más municipios, sino también alcanzar mayoría calificada en el Congreso del Estado. En esta nueva etapa, Irapuato -que fue la ciudad donde se realizó la asamblea que dio origen al registro formal de morena en Guanajuato tras el intento fallido en León-, vuelve a colocarse en el centro del mapa político como territorio estratégico para el cambio. Los municipios del corredor industrial son hoy el verdadero campo de disputa, y todo indica que será Irapuato quien marque la tendencia rumbo al 2030. No tengo duda: nuestra ciudad fresera encabezará el nuevo liderazgo político en el estado.
Irapuato definirá esa tendencia en el 2030 para la gubernatura, donde seguro estoy, lo encabezará la ciudad fresera.
* Ricardo Gómez Escalante / secretario de Organización del Comité Ejecutivo, Estatal de Morena Guanajuato.


Mtro. Manuel Delgado / Director de Cadena 8 Noticias
Es abogado y periodista con 39 años de trayectoria en medios de comunicación tradicionales y alternativos. Es actualmente, presidente del colectivo, Periodistas y Comunicadores del Estado de Guanajuato A.C.









